Tolmarher hoy: la saga Llama y Ceniza — dragones viejos, ciudades que respiran y el arte de contar hasta tres

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Introducción: un nuevo estandarte en la alta fantasía contemporánea

En el panorama actual de la alta fantasía hay nombres que empiezan a convertirse en culto, y uno de ellos es Tolmarher, artífice de universos oscuros y colosales que mezclan misticismo, política y un worldbuilding de precisión quirúrgica. Su proyecto mayor, el Continuus Nexus, abarca varias series de novelas interconectadas, pero hoy nos detenemos en una de sus sagas más recientes y, quizá, más inquietantes: Llama y Ceniza.

Compuesta por cuatro volúmenes —Ceniza de Dragón, Corazón de Dragón, Ojos de Dragón y Alas de Dragón— esta tetralogía ha conquistado a un público juvenil y adulto a partes iguales. Y lo ha hecho con las armas que mejor domina Tolmarher: un tono solemne y trágico, un elenco coral de personajes frágiles pero magnéticos, y un mundo que respira ceniza, disciplina y miedo con la misma naturalidad que otros respiran aire.

Hablar de Llama y Ceniza es hablar de dragones que son ciudades vivientes, de ciudades que se comportan como criaturas, de la Niebla que no persigue, sino que observa y aprende, y de la tensión perpetua entre fe y deseo, orden y hambre, mando y sacrificio.

En este artículo desgranaremos, con el rigor del lore y el pulso de la épica, los cuatro libros de la saga y los personajes que la sostienen.


I. El mundo de Llama y Ceniza: Niebla, dragones y ciudades escudo

La Niebla

En estas tierras devastadas, la Niebla no es un recurso atmosférico sino un enemigo con inteligencia larvada. Al inicio no se mueve: espera, observa. Sus respiraderos exhalan calor con olor a miel, un tibio que seduce y aterra. Y cuando alguien golpea tres veces sobre la piedra, la Niebla responde con un eco… y añade un cuarto golpe. En ese gesto está su mayor amenaza: la Niebla aprende.

Los Pozos de Dragón

Las ciudades escudo —levantadas en cordilleras y cumbres— viven pegadas a los Pozos de Dragón, grietas termales que calientan la piedra y sostienen la vida. Junto a esos pozos se levantan murallas, rastrillos, cadenas y cuñas: la trilogía mecánica que se convierte en gramática de supervivencia.

Astarté, la dragona negra

Astarté no es una montura, ni una bestia domesticada. Es dragona y ciudadela viviente. De escamas negras como obsidiana, ojos ámbar incandescentes, y un lomo tan vasto que en él caben terrazas, torres menores y cestas cargadas de supervivientes. Vieja, orgullosa, celosa, protectora. Sus gestos son los de una reina ofendida, sus vuelos, los de un continente en marcha.

Los Hambrientos

Cuando aparecen, la saga se vuelve terror. Piel tensa, ojos ámbar, bocas sin labios que muestran sonrisas de dientes afilados. No corren: acechan. No rugen: imitan voces humanas con precisión apenas torcida. No atacan a gritos: aprenden. Son el hambre hecha carne.

Los Magus

Una cofradía velada cuya marca es una espiral dentro de una balanza. Sus huellas aparecen en archivos y mapas, y junto a ellas un nombre raspado en cuero: Umbral. En la saga son misterio y tentación: conocimiento prohibido, poder oculto, deuda que nunca termina de pagarse.


II. Libro I: Ceniza de Dragón

Constanza, ciudad escudo, resiste hasta que la Niebla rompe sus murallas. El relato arranca con la urgencia de un éxodo:

  • Clea Santino, vestal de Temis, destinada a la voz profética, arrastra el peso de su voto y la tentación de Django.

  • Django, joven nómada de la Luna Roja, jinete elegido de Astarté, mezcla orgullo libre y deber heredado.

  • Duncan Margrave, capitán de la guardia, convierte el pánico en listas, órdenes y procedimientos.

  • Santino y Medea, dux y dama, encarnan el poder cívico y el peso de la sangre.

  • Ricard y Menorá, patriarcas del clan nómada, entienden que la unidad se paga con disciplina.

La ciudad cae; Astarté levanta vuelo con los supervivientes; y la consigna queda grabada: andar, soportar, cerrar.


III. Libro II: Corazón de Dragón

El éxodo alcanza Lutecia, ciudad abierta y vacía. Campanas mudas, puertas ciclópeas abiertas, vajillas servidas, huellas de niño cruzando banderolas caídas.

El refugio se establece en torno al Pozo de Dragón, único lugar donde pernoctar sin que la Niebla devore. Allí nacen los dilemas:

  • Santino invoca precedencias, pero Ricard y Menorá fuerzan pragmatismo.

  • Medea recuerda los lazos de sangre con la Casa Lutecia.

  • Bardo, alquimista joven, rival de Maximilian y miembro velado de Los Magus, encuentra símbolos secretos en los archivos.

  • Maximilian, viejo maestre, teme que le descubran sus cuentas falseadas y su oro oculto.

  • Davina enseña a Ludwig, niño minero, a leer las tablas de raciones: esperanza en mitad del hambre.

El misterio se multiplica: respiraderos que exhalan tibio con olor a miel, lamentos en rejillas, un soldado desaparecido. Y la lección mayor: tres golpes, nunca el cuarto. Al otro lado, alguien responde.


IV. Libro III: Ojos de Dragón

La ciudad se convierte en espejo. Respira por grietas, imita voces, aprende.

Clea vive desgarrada entre Temis (justicia, venda) y Mefisto (abismo cordial que le susurra rendirse al deseo de Django). El amor contenido se afila en la renuncia: caricias interrumpidas, un casi–beso bajo arcadas de piedra, escenas donde la tensión sexual se mezcla con la fe.

Mientras tanto:

  • Duncan y Bardo sellan una alianza práctica: sacar de los archivos la ruta hacia la Primera Ciudad.

  • Maximilian acecha y roba una arqueta que cree llave de poder.

  • Matea, discreta y leal, encarna el rostro íntimo del refugio.

  • Davina y Ludwig consolidan un lenguaje común: letras y disciplina como refugio.

La visión de Clea golpea: una ciudad que arde, con río, faros en círculo y estatuas encapuchadas. No es Lutecia. El misterio se agranda: Umbral.


V. Libro IV: Alas de Dragón

La tensión alcanza su clímax.

En la capilla improvisada del Pozo, Clea pronuncia el Sermón de ceniza: disciplina, continencia, orden. Entonces, una voz de niño suena dentro de la capilla: “¿Puedo entrar?”.

La ciudad despierta. Ojos ámbar, sonrisas sin labios, golpes sincronizados en varias puertas. Los Hambrientos muestran por fin su rostro.

El perímetro se rompe. Para que el éxodo vuele, alguien debe sellar desde dentro. Sancho y Sandor pagan el verbo mayor: cierran el rastrillo desde el interior, con sangre y juramentos.

Arriba, Astarté remonta con víveres, mapas, clanes y niños. En el mapa de Bardo, junto al símbolo de Los Magus, aparece la palabra definitiva: Umbral.

La saga cierra su primer arco con un amanecer. Lutecia arde en silencio, Astarté somete el aire, la Niebla no se mueve… aprende.


VI. Los temas que hacen de Llama y Ceniza un hito en la fantasía

  • Hambre y disciplina: de la ración a la señal, de la cuña al juramento.

  • Fe y deseo: Clea y Django, Temis y Mefisto, voto y carne.

  • El poder y la deuda: Santino, Medea, Ricard, Menorá, Maximilian.

  • El misterio que crece: archivos, símbolos de Los Magus, el nombre raspado en el mapa: Umbral.

  • El sacrificio: Sancho y Sandor cierran para que otros vuelen.


Conclusión: Tolmarher y la voz de un nuevo ciclo

Con Llama y Ceniza, Tolmarher firma una saga que parece escrita para quienes crecieron con Tolkien y Martin pero reclaman algo distinto: un mundo que se sostiene en procedimientos mecánicos y disciplina humana, un enemigo que aterra no por correr sino por aprender, y personajes que deciden entre fe, deseo y hambre en medio de dragones que no son símbolo sino ciudad entera.

Cuatro libros —Ceniza de Dragón, Corazón de Dragón, Ojos de Dragón y Alas de Dragón— conforman un arco cerrado, pero dejan abierta la promesa del Umbral.

Porque la Niebla no se mueve. Aprende.
Y el lector, con cada página, también.


📌 Enlace a la saga completa:
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📌 Enlace a los libros (eBook):

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